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lunes, 27 de enero de 2020

La Menorah (1)

El Candelabro de Dios

La ‘menorá’ es el símbolo bíblico por excelencia. Su fina simetría lineal exhibe una excepcional belleza que es refrescante y vigorizante al espíritu humano. Desde el punto de vista estético, es una decoración atractiva para cualquier hogar o santuario. Pero a la misma vez, la ‘menorá’ es un símbolo de lo celestial que trasciende la imaginación de artistas terrenales.
Aunque la ‘menorá’ fue originalmente diseñada para alumbrar el Lugar Santo en el Tabernáculo mientras los israelitas vagaban por el desierto, hoy día es principalmente sólo un símbolo. Después de pasado 19 siglos, la nación de Israel ha sido restaurada, y los modernos israelíes escogieron usar la ‘menorá’ como símbolo en su sello nacional, testimonio a la perdurable importancia en la conciencia colectiva judía. La antigua ‘menorá’ todavía testifica acerca del inextinguible e irresistible poder de la luz.
Debido a la extrema atención otorgada al diseño de la ‘menorá’, es evidente que su importancia estriba más en su simbolismo que en su utilidad práctica. Dios ordenó a Moisés que hiciera “un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero;...y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un lado, y tres brazos al otro lado” (Éx. 25:31-32).
La ‘menorá’ es un símbolo concreto de Dios mismo, la verdadera fuente de luz. La lumbrera del medio es llamada por los judíos como la lámpara de Dios: ‘ner Elohim’. David exclamó: “Tú eres mi lámpara, oh Jehová; Mi Dios alumbrará mis tinieblas” (2 Sam. 22:29). De esa manera, David identificó a Dios como la ‘menorá’ que alumbra en medio de la oscuridad. El salmista también describió a Dios como “…El que se cubre de luz como de vestidura...” (Sal.104:2). En vez de decorarse Dios con los brillantes colores asociados con deidades paganas del antiguo mundo, Dios siempre se ha vestido de luz blanca y pura. La majestad de Dios iluminaba el Templo como la llama de un radiante candelabro.
La Palabra Divina, el Candelabro de Dios
No es mera coincidencia que David dijera que la Palabra de Dios era luz a su camino: (Sal.119:105). De la misma manera en que una antorcha infunde confianza al que anda por una estrecha vereda una noche sin luna, también la Palabra de Dios ofrece dirección a la humanidad que anda sin luz, y lo encamina para que llegue a las puertas de vida eterna. Sin una clara visión del camino, la humanidad se desenfrena (Prov.29:18).
La Palabra de Dios es como una luz que brilla en medio de la oscuridad, señalando claramente por dónde andar. Encamina al justo hacia el “Lucero de la Mañana”, quien amanece en el corazón de cada creyente. “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (1 Pedro 1:19). La Palabra de Dios dispersa la oscuridad, la confusión, la ignorancia, el temor, la superstición y todos los peligros inherentes a la existencia humana. A pesar de que la condición del ser humano sea tan oscura, un pequeño rayo de la Palabra Eterna disuelve la oscuridad y trae claridad de propósito. Marca claramente el camino hacia el árbol de vida, de modo que el que anda, por torpe que sea, no se podrá extraviar (Is.35:8).
La luz de la ‘menorá’ corresponde a la ‘Torá’, la Ley de Dios, cuya llama eterna siempre alumbra el camino a la humanidad. Todas las instrucciones de Dios son luz espiritual para los hombres. Salomón resumió los Diez Mandamientos de Dios de la siguiente manera: (Prov.6:23) .Los mandamientos de Dios son claros, y alumbran los ojos (Sal.19:8).
Mas adelante, en la plenitud de los tiempos, Dios reveló Su esencia y gloria cuando habló a la humanidad por medio de Su Hijo Unigénito, Jesús (‘Yeshúa’) el Mesías de Israel y el Salvador del mundo. El conocimiento de la gloria de Dios fue revelado en Su totalidad por medio de ‘Yeshúa’ (2 Cor.4:6). La Fuente de Vida salió de la propia esencia del Eterno Padre en la Persona del Unigénito, y manifestó la luz de Dios para que los hombres fuesen, y continúen siendo, iluminados. El candelabro de Dios, la ‘menorá’ encarnada, trajo la esencia del cielo a la tierra. Fue la Luz de los Hombres para que los seres humanos de toda tribu y lengua fuesen iluminados y atraídos hacia la Divina Presencia con la promesa de ser vestidos con la misma luz gloriosa y vida eterna que se manifiesta en ‘Yeshúa’, el Candelabro de Dios y la Luz de los Hombres (Juan 1:4-5,9). ‘Yeshúa’ mismo dijo: “ (Jn. 8:12).

El Significado de la Luz
El primer acto en la creación de nuestro universo fue producto de la Palabra de Dios: “Sea la luz” (Gén.1:3). Repentinamente, surgió en medio de la oscuridad universal una luz que arropó el vacío del universo con la brillantez de Su eterna gloria. Es de profundo significado que lo primero que Dios creó fue la luz. En cierta medida, la luz que se presenció fue resultado de haber emitido parte de Su propia esencia por medio de la Persona de Su Palabra (o Verbo). La manifestación de la Palabra de Dios siempre produce luz (Salmo 119:130), una luz que penetra todas las esferas, desde la esfera más baja de lo natural hasta la esfera más elevada de lo espiritual, y todo lo que es luz se une a Él, quien es la Luz.
En las Escrituras, la luz se asocia tanto con el conocimiento como con la sabiduría. Por esta razón, la ‘menorá’ habla de iluminación--aprendizaje, entendimiento y comprensión. La luz del conocimiento hace que la vida sea significativa y satisfaciente. La luz también habla acerca de la sabiduría en todas sus formas. El hecho de que la ‘menorá’ del Templo fuese formada de una sola pieza de oro puro, y no de piezas unidas entre sí, implica que la sabiduría tiene una sola Fuente.
La ‘menorá’ evidencia que el conocimiento no se limita a una sociedad especial y exclusiva, sino que es accesible a todo hombre. La luz de la ‘menorá’ se manifiesta por medio de la diversidad de siete llamas, y no se limita a un sólo recipiente. Eso indica que todo ser humano tiene la capacidad de recibir y reflejar la luz. Lo único que se requiere es estar conectado a la fuente de luz, la ‘Menorá’ Viviente. La luz conduce al conocimiento y la acción, a medida que el Espíritu da comprensión y sabiduría, y produce en el ser humano el deseo de una vida moral y la realización plena de una vida perfecta.

Por John D. Garr, Ph.D., Th.D.
Fundador ‘Restoration Foundation ’

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