lunes, 10 de junio de 2019

Las parábolas (4)

LA CUESTIÓN HERMENÉUTICA

La tarea hermenéutica propuesta por las parábolas es muy singular. Tiene que ver con el hecho de que cuando fueron expresadas en su origen, rara vez necesitaban interpretación. Representaban una necesidad inmediata para los oyentes, y parte del efecto de muchas de las parábolas era su poder de "cautivar" al que las escuchaba.
En cambio, llegan hasta nosotros en forma escrita y con necesidad de interpretación. precisamente porque nos falta la comprensión inmediata de los puntos de referencia, que tenían los oyentes originales.
¿Qué hacemos, entonces? Sugerimos dos cosas:
 1. Como siempre. nuestro interés fundamental está en las parábolas, en su contexto bíblico actual. Las parábolas están en un contexto escrito, y mediante el proceso exegético que se acaba de describir, podemos descubrir su significado y su mensaje. con un alto grado de precisión. Lo que necesitamos hacer entonces es lo que hizo Mateo (18:10-14; 20:1-16j: Traducir ese mismo mensaje a nuestro propio contexto.
Aun se las puede tratar de relatar de nuevo, de modo que con nuevos puntos de referencia. nuestros oyentes puedan sentir el enojo o el gozo que experimentaron los oyentes originales. La versión siguiente del buen samaritano no es inspirada, pero esperamos que ilustre una posibilidad hermenéutica. Se supone que los oyentes forman una congregación evangélica hispana.
Una señora se encontraba en una esquina de una calle muy concurrida, en una gran ciudad. La rodeaban cuatro niños harapientos y sucios. Quería pedir limosna, pero se moría de la vergüenza, pues nunca antes se había visto en tal necesidad. Pero ahora, con su esposo muerto después de una larga enfermedad, y el terrenito familiar perdido a manos de los acreedores, habían tenido que huir a la ciudad, donde quizá encontrarían la seguridad que habían perdido.
Un sacerdote que pasaba se detuvo para darle ánimo: "No se preocupe, señora. La pobreza es una virtud. Rece tres Padrenuestros, y Dios proveerá." Y siguió adelante. Poco después pasó un misionero protestante que le entregó unos trataditos con mensajes evangélicos, oró con ella y la invitó a ir al culto en una iglesia cristiana.
Por último, se detuvo allí una señora que jamás iba a iglesia alguna y era mal vista por los cristianos. Después de saludar amablemente a la pobre señora y de acariciar a los niños, le insistió en que la acompañara a su casa, y allí les sirvió una sopa caliente, bañó a los niños y les consiguió ropa limpia. Al día siguiente, llevó a la señora a trabajar con una familia de buenos recursos que ella conocía. En poco tiempo, la señora y los niños pudieron reorganizarse y vivir independientes.
Como se ve en la historia anterior, la semejanza con la parábola del buen samaritano salta a la vista. Dejamos la reacción al lector, aunque debemos anotar que no fueron los que suponíamos que la debían ayudar quienes resolvieron la gran necesidad de la señora y sus niños, sino aquella persona a quien nos sentimos más inclinados a criticar.
Esta adaptación de la parábola a nuestro contexto social puede parecer muy dura, pero insistimos en que hay que estar seguro de haber hecho la exégesis con mucho cuidado antes de buscar una nueva forma de llevar el mismo mensaje de la parábola a una audiencia contemporánea. Sin embargo, nuestra experiencia nos ha enseñado que la mayoría tenemos un concepto demasiado elevado de nosotros mismos, y nos aprovechamos de la adaptación de algunas parábolas de Jesús para manifestar nuestra propia carencia de perdón en el corazón (Mateo 18:23-35), o nuestro enojo por las "injusticias" de Dios (Mateo 20:1-16), o nuestro orgullo por nuestra propia posición en Cristo, en comparación con los "malos" (Lucas 18:9-14). No sabíamos si reír o llorar cuando nos hablaron de un maestro de escuela dominical que, después de una hora de instrucción sobre la parábola del fariseo y el publicano, en la que explicó los abusos del fariseísmo, concluyó en oración y con absoluta seriedad "¡Gracias. Señor, porque no somos como el fariseo de esta historia!" No nos reímos porque tampoco queríamos que nuestra risa dijera: "¡Gracias, Señor, porque no somos como ese maestro de escuela dominical!"
 2. La otra sugerencia hermenéutica es que todas las parábolas de Jesús son, en cierto modo, vehículos para la proclamación del Reino. Por lo tanto, es necesario entender bien el significado del Reino dentro del ministerio de Jesús.
 El mensaje urgente del Reino, como presente y a consumarse pronto a la vez, todavía es necesario en nuestro tiempo. Los que tratan de asegurar su vida con posesiones, necesitan urgentemente oír el mensaje del juicio inminente, y los perdidos necesitan oír las Buenas Nuevas. Esto dijo con elocuencia [Joachím Jeremías (Hediscovering the Parables. Nueva York: Scribner's, 1966, p. 181): La hora del cumplimiento ha llegado; esa es la nota sobresaliente de todas ellas. El hombre fuerte está desarmado. Ias fuerzas del mal tienen que ceder, el médico ha venido a ver al enfermo, los leprosos son limpiados, la pesada carga de culpabilidad es quitada, la oveja perdida es traída a casa, la puerta de la casa del Padre está abierta, los pobres y los mendigos son llamados al banquete, un amo cuya bondad es inmerecida paga salarios completos, y un gran gozo llena todos los corazones. El año aceptable de Dios ha llegado, pues ha aparecido Aquel cuya majestad velada resplandece a través de cada palabra y cada parábola: el Salvador.

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