lunes, 3 de febrero de 2020

La Menorah (2)

El Árbol de Vida

La semejanza entre una ‘menorá’ y un árbol no es simple coincidencia, ni es producto de una imaginación fecunda. La forma de la ‘menorá’, cuyas ramas brotan de un tallo central, es claramente diseñada en imitación de un árbol. El pueblo judío siempre ha creído que la ‘menorá’ representa el árbol de vida.
El candelabro es claramente un símbolo de la palabra de Dios, la que era lámpara para los pies de David (Sal.119:105). El árbol de vida también es identificado con la ‘Torá’, la sabia Palabra de Dios. Salomón declaró que la sabiduría “es árbol de vida...” (Prov.3:18). En el Apocalipsis, Dios dijo que aquellos que guardan Su Palabra tienen “derecho al árbol de la vida.” (Apoc. 22:14).Aún sin las llamas de fuego, la forma de la ‘menorá’ encierra gran significado, un mensaje acerca de la fuerza vivificante de Dios y el divino fundamento para toda existencia.

La combinación del árbol y el fuego se encuentra en la impresionante “zarza ardiente”, por medio de la cual Dios inició el proceso de establecer a Su Pueblo escogido. Dios mismo pronunció Sus Palabras divinas desde un arbusto que ardía sin consumirse (Éx.3:2). Quizás ésta fue una manifestación preliminar a Moisés, el que más tarde liberaría a Israel, sobre el rico simbolismo de la ‘menorá’. Deuteronomio 33:16 dice que Quien “habitó en la zarza” se manifestó a Moisés desde un arbusto ardiente. Desde el fuego de la ‘Shekiná’ salió la Palabra de Dios. De esa manera, la ‘menorá’ es como un árbol dorado, de cuya llama proviene la luz y la vida de la Palabra de Dios.

La ‘menorá’ también habla acerca de la vida eterna a través de la resurrección. Su aspecto de árbol, además de la forma en que se reproduce, nos da una enseñanza muy clara. Según la ley divina, el aceite puro para el candelabro tenía que venir exclusivamente del olivo. Los de la antigüedad consideraban al olivo como inmortal, por lo cual este árbol representaba la vida eterna. Actualmente, sobreviven algunos olivos de más de 2,000 años en el Jardín de Getsemaní sobre el Monte de los Olivos. Cuando se corta un olivo por el tronco, brota nueva vida de sus raíces en la forma del retoño, o ‘netzer ’.

Seguro que Job se refería al olivo cuando dijo: “Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él  esperanza; Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva” (Job 14:7). En lo que pudiera ser el más antiguo de todos los textos bíblicos, Job expresó su esperanza personal en la futura resurrección: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos...Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 14:14-15; 19:25).

Israel, el Candelabro de Dios

El pueblo judío interpreta que las siete llamas de la ‘menorá’ son las almas de Israel en manera colectiva, siendo así luz a las naciones (Is. 42:6; 49:6). Desde el tiempo en que Dios constituyó a Israel como nación  escogida, le ordenó que guardara Sus mandamientos y lo comisionó para que fuera lumbrera al mundo.(Deut. 4:6). Israel debería ser ejemplo ante las naciones de una vida regida bajo las instrucciones de Dios. Sus vidas bendecidas y exitosas en obediencia a la Palabra de Dios alumbrarían a los gentiles, y ellos se convertirían a Dios. A medida que Israel exaltaba la luz de la ‘menorá’, Israel también sería exaltado.
La tradición judía dice: “Dios es la Luz del universo…pero ordena que se encienda una lámpara para devolverle luz a Dios… Por lo tanto, Dios ha dirigido a Israel por medio de Su luz, e Israel debe devolverle luz en gratitud… La luz de la ‘menorá’ nunca perece como tampoco debe el Templo, y su constante llama indica que las bendiciones de Dios para Sus hijos perduran para siempre” (Midrash Rabbah, Números 15:4).

Isaías confirmó la forma en que Israel sería Su testigo: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí” (Is. 43:10) Para que las naciones del mundo pudieran creer que sólo el Eterno es Dios, Israel fue escogido para ser testigo al mundo gentil. La orden fue: “Cuando enciendas las lámparas, las siete lámparas alumbrarán hacia adelante del candelero” (Num.8:1). Israel debería hacer que el fuego del candelabro de Dios alumbrara a toda la humanidad. No debería esconder la luz, sino ponerla en alto, exaltarla y glorificarla. Israel también fue exaltado sobre las demás naciones con ese propósito: “Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deut.14:2).Israel no fue exaltado para ser una raza superior, sino para que elevara la luz de Dios y así demostrar Su santidad.
Aún cuando Israel recibió la exquisita ‘menorá’ y la gloriosa luz, sabía mirar más allá del mero emblema para ver el radiante esplendor de la Luz Divina. Sabía que su propio resplandor y el de la ‘menorá’ dependían  totalmente de Dios, tal como el profeta había declarado: (Is. 60:1).Israel podía resplandecer solamente por causa de la luz gloriosa de Dios que había nacido sobre él.
El profeta Isaías habló acerca de la razón por la cual Dios escogió a Israel para alumbrar al mundo .Añadió lo siguiente: “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Is. 49:6).Aunque estas profecías son predicciones que finalmente serán cumplidas por el Mesías, también pueden ser aplicadas a Israel, el testigo corporativo escogido por Dios para ser Su ‘menorá’ a las naciones y llevar Su salvación a los confines de la tierra.
Para que Dios pudiese tener un vaso apropiado para irradiar Su luz, tuvo que formar a Israel según el patrón celestial de la ‘menorá’, un candelabro que pudiese alcanzar a todo el mundo. Israel no fue escogido por su propia grandeza. La intención de Dios en escoger a esa insignificante tribu nómada fue para iluminar sus vidas con la bendición de la ‘Torá’ y así ser Su ‘Menorá’ a las naciones. Por lo tanto, en los designios eternos de Dios, Israel no sería un fin en sí mismo, sino un medio para Sus propósitos. La meta de Dios era cubrir toda la tierra con Su verdad y gloria. Todos los hombres serían confrontados con la verdadera iluminación de la Palabra de Dios a través de Su pueblo escogido.
Por espacio de 3,500 años, Israel ha sido el candelabro de Dios y la luz a los hombres. Aunque muchos teólogos cristianos han opinado que Dios sustituyó su antiguo pueblo con la Iglesia, Pablo fuertemente niega tal aseveración: (Rom. 11:2,11). A pesar de todo esfuerzo genocida por apagar su luz, Israel todavía hoy día es la ‘Torá’ de Dios a las naciones, modelando la conducta ética según Dios y sirviendo como testigo de Su inmutabilidad (Mal.3:6)."Vosotros Sois la Luz del Mundo”
Cuando ‘Yeshúa’ comisionó a Sus discípulos para ser la luz del mundo, estaba operando en completa concordancia con Su herencia judía. Su mandato “vosotros sois la luz del mundo” (Mat.5:14) no fue una idea nueva ni revolucionaria. ‘Yeshúa’ estaba simplemente comisionando a Sus apóstoles según la antigua orden de ser luz a las naciones. Primeramente, ‘Yeshúa’ se había identificado personalmente e individualmente con la Luz: “Yo soy la luz del mundo(Jn. 8:12).Cuando fue dedicado en el Templo, siendo bebé, Simeón lo declaró como el que cumpliría la profecía de Isaías al ser “luz del mundo.”
La ‘Menorá’ viviente había venido para traer luz a Israel y las naciones. ‘Yeshúa’, el hombre perfecto, demostró a la humanidad no sólo lo que significaba ser plenamente divino, sino también lo que significaba ser plenamente humano. La humanidad en su máxima expresión fue manifiesta en ‘Yeshúa’, la primera vez que se presenciaba una humanidad pura desde la creación de Adán. ¿Será extraño, entonces, que Jesús fuera la ‘Menorá’ de Dios? Declaró enfáticamente: “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Jn. 9:5).
Posteriormente en Su ministerio, ‘Yeshúa’ dijo a Sus discípulos que lo que Él era a manera individual, ellos iban a ser a manera colectiva. Siendo el Cuerpo del Señor, ellos serían la luz del mundo (Mat. 5:14).Ellos también serían la ‘menorá’ de Dios a las naciones. Como habían creído en ‘Yeshúa’, ellos manifestarían la luz mientras vivían una vida agradable a Dios, y en base a su fe en Dios. Pablo expresó claramente esta verdad: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad),comprobando lo que es agradable al Señor” (Ef.5:8-10).Pedro dijo que los gentiles también habían sido llamados de las tinieblas a la luz admirable de Dios, uniéndose a la nación escogida de Israel, “…para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó…” (1 Ped. 2:9), e iluminando así al mundo.

“Con Mi Espíritu, ha dicho el Señor”

La ‘menorá’ es parte central de una de las imágenes más poderosas en la profecía bíblica, la de Zacarías. Esta metáfora expresa poderosamente al judío y el cristiano la importancia de manifestar la luz divina de Su Espíritu Santo para lograr los propósitos de Dios en este mundo. Cuando regresó el remanente del pueblo judío a Jerusalén luego de la cautividad babilónica, hallo una devastación total, el cúmulo de deshechos y desperdicios de 70 años. El Templo, que una vez fue la realización arquitectónica más opulenta del mundo, yacía en fragmentos.
¿Cómo podría un pueblo tan endeble, carente de recursos y de miembros constituyentes, aún contemplar la reconstrucción del glorioso Templo que el rey David en antaño soñó, y su hijo Salomón construyó, luego de tan elaborada planificación, abundante capital, artesanos sin fin y cooperación internacional? Más del 80% de la población judía que fue llevada cautiva a Babilonia, incluyendo las mentes más brillantes, las manos más diestras y las espaldas más fuertes, prefirieron permanecer en esa tierra extranjera antes de regresar a Israel y enfrentar las enormes dificultades de la reconstrucción. Aparentemente, durante un momento de gran dificultad, una palabra vino a Zacarías. Un ángel lo despertó del sueño y le presentó una visión espectacular. Vio “un candelabro todo de oro, con un depósito encima, y sus siete lámparas encima del candelabro, y siete tubos para las lámparas que están encima de él” (Zac. 4:2). El ángel entonces le explicó la visión. Le dijo: “Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac.4:6).
La visión de Zacarías se ha conservado como una palabra clara para el pueblo judío a través de las generaciones. Israel, más que cualquier otro pueblo, comprende que su supervivencia y éxito dependen totalmente de la provisión de Dios. Habiendo sobrevivido innumerables embates de discrimen, persecución y violencia, existe como un pueblo distinto a los demás solamente por los méritos del Pacto de Dios con ellos. Contra toda probabilidad de ser asimilados y conquistados por pueblos más fuertes, han mantenido su identidad distintiva porque Dios nunca cambia, y porque los dones y los llamamientos de Dios son irrevocables. Israel no existe por su propio ejército ni su propia fuerza, sino por el Espíritu Santo (Rom.11:29).

La Dedicación produce Luz

Una de las historias más notorias que envuelve simbolismo bíblico es la fiesta de ‘Jánuca.’ Representa el momento histórico en que los judíos ganaron una lucha que amenazaba arrebatar el mismo corazón y alma del judaísmo, y aniquilar toda subsiguiente religión bíblica. La figura central en esta historia es el candelabro, el símbolo de la Luz Divina.
Dada la importancia de la ‘menorá,’ esta Fiesta de la Dedicación también se conoce como la Fiesta de las Luces. ‘Jánuca’, celebrada generalmente en diciembre, recuerda el triunfo de la luz de la ‘menorá’ sobre el poder del dios pagano Zeus. La amenaza contra los judíos y el judaísmo era particularmente insidiosa, porque atacaba el fundamento mismo del judaísmo: su monoteísmo y su perspectiva del mundo. Antíoco Epífanes intentó hacer que Israel se convirtiera al helenismo a punta de espada, e inició un reinado de sangre y terror. Finalmente, los judíos fueron dirigidos por Judas, hijo de Matatías, en unas guerrillas que lograron expulsar a las fuerzas seléucidas de Judea. Debido a ese éxito, Judas fue conocido como el Macabeo, que significa martillo.
Cuando los macabeos victoriosos regresaron a Jerusalén, encontraron que el Templo había sido profanado, e iniciaron el trabajo de restaurar la adoración según era establecida por Dios. Hallaron que había sobrevivido sólo un pequeño frasco de aceite de olivas, suficiente para alumbrar la ‘menorá’ durante un día. Para preparar más aceite ritualmente puro, de modo que estuviese aceptable para la ‘menorá’ del Templo, precisaban de siete días. Según cuenta la tradición, luego de alumbrar el candelabro, el aceite fue milagrosamente multiplicado. Aunque el aceite consagrado debió haber durado sólo 24 horas, las llamas del candelabro alumbraron unos siete días más como testimonio de la aprobación de Dios, tanto por haber vencido las fuerzas paganas como por haber restaurado Su santuario según la prescripción de pureza ritual. La victoria sobre Antíoco, y el milagro de las luces, fueron causa inmediata para una gran celebración entre el pueblo judío. Durante tiempos de ‘Yeshúa,’ la conmemoración anual de ‘Jánuca’ todavía era prominente entre los judíos de Judea. Jesús mismo subió a Jerusalén para tiempos de la fiesta (Juan 10:22). Hoy día, ‘Jánuca’ es posiblemente la segunda fiesta más celebrada por los judíos luego de la Pascua. Es importante para el pueblo judío, tanto por su sentido simbólico de la luz como por la victoria sobre la intrusión filosófica y religiosa griega en su monoteísmo ético. También es una celebración de la libertad para adorar al Creador según Dios había ordenado.

Alumbrando la ‘Menorá’

Durante la noche más oscura, cuando la opresión puede ser más hostigante, la ‘menorá’ debe brillar con más resplandor. Aunque el mundo esté en su momento más tenebroso, la luz del pueblo escogido de Dios, tanto de Israel como de la Iglesia, debe alumbrar con mayor intensidad. Por esa razón, Pablo enfatizó que los creyentes deberían resplandecer “como luminares en el mundo” en medio de una generación maligna y perversa (Fil.2:15). Cada creyente debe ser una “mini-menorá”.
Desafortunadamente, lo opuesto ha sido casi siempre cierto. Cuando la maldad ha tomado dominio, los hijos de Dios han sido demasiado débiles para confrontarla. La triste verdad es que tanto la Iglesia como Israel frecuentemente fracasaron en su misión de ser luz de Dios a las naciones. A pesar de haber recibido un perfecto manual de instrucciones sobre cómo alumbrar, el pueblo judío a menudo cayó en los pecados de aislamiento, separatismo, exclusivismo y elitismo, cualidades replicadas al detalle por la Iglesia Cristiana. Los “candelabros humanos” de Dios prácticamente se extinguieron, y su ‘menorá’ fue profanada al aceptar otras fuentes de luz, en violación a la luz verdadera, la Palabra de Dios.
Sin embargo, aún en medio de esta condición, Dios nunca rechazó a ninguno de Sus dos pueblos. La infidelidad de algunos hombres nunca anula la fidelidad de Dios hacia Su creación amada, la humanidad. “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Rom.11:29). Vemos una gráfica ilustración de la fidelidad de Dios hacia Su pacto con Israel y la Iglesia por medio de las palabras de Isaías: “No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con fidelidad hará justicia; no vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas lejanas esperan su enseñanza” (Is. 42:3-4, NVI).
El término “caña quebrada” proyecta una imagen de una caña que ha sido abatida y caída. Por medio de la otra imagen, una “mecha que apenas arde”, podemos visualizar una lámpara que ha perdido su fuerza. Esta palabra profética representa al Israel histórico que ha sido abatido por el tiempo y su lámpara apenas arde.
Sin embargo, hay promesa de que Israel ha de sobrevivir. El pueblo escogido ha sido castigado, pero no destruido; su luz ha sido apaciguada, pero no extinguida.
Jeremías hizo una declaración semejante respecto a Israel: “Y la vasija de barro que él hacía se echo a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla” (Jer. 18:4). Aunque la vasija de barro perdió su forma mientras el artesano la moldeaba, no la descartó, sino que la continuó elaborando hasta hacer otra vasija que le fuera agradable. Dios siempre ha permanecido fiel a las promesas que hizo a Israel, y continuará trabajando hasta que llegue a ser una nación de honra y luz. ¡Dios nunca se rinde con Su pueblo!

Lo que las profecías de Isaías y Jeremías dicen acerca de Israel pueden aplicarse igualmente a la Iglesia, la que también frecuentemente ha sido como una caña quebrada y mecha casi apagada. La Iglesia también fracasó miserablemente en su encomienda de ser luz a las naciones. Sin embargo, Dios no se ha dado por vencido con la Iglesia tampoco. Con ambos pueblos, “…no se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia...” (Is. 42:4, Reina Valera 1960). ¡Dios no es una caña quebrada ni un pábilo humeante! Por ambos pueblos, quienes han sido referidos bíblicamente como “Sion”, no descansará “...hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha” (Is.62:1).Dios todavía logrará que Su antorcha alumbre sobre toda la tierra. Su verdad alumbrará la tierra por medio de Sus ‘menorás’ vivientes, individuos encendidos con Su luz, sean éstos de Israel o de la Iglesia.
En el cumplimiento de los tiempos, Dios enviará a Su Mesías y resucitará a los muertos. En esos momentos “los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dan.12:3). La lámpara de Dios será la perfecta luz para la humanidad a medida que la “Menorá Viviente” llene la tierra del conocimiento del Señor, así como las aguas cubren el mar (Is.11:9).

Por John D. Garr, Ph.D., Th.D.
Fundador ‘Restoration Foundation ’

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