A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso, no le llames Castigo, llámale ENSEÑANZA.
A eso de pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía, a eso, no le llames rutina, llámale EXPERIENCIA.
A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan y tu cerebro funcione y tus manos trabajen y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta y tu corazón ame, a eso, no le llames poder humano, llámale MILAGRO.
No siempre nuestras vidas se parecen a lo que quisimos o soñamos, pero seguramente podemos contar con una vida mejor de lo merecemos gracias a Dios. Sin importar cuales sean las circunstancias que vivas es importante que reconozcamos que todas ellas son usadas por Dios para nuestro bien. Con ellas Dios conforma nuestro carácter al de Cristo y se nos permite descubrir la belleza en la sencillez, la sabiduría que hay en la humildad, y la oportunidad de amar que se esconde en nuestro enemigo. Dios sabe disponer de un banquete delante de nuestras angustias para que nos descubramos ungidos por su gracia y llenos del contentamiento que solo Dios puede dar, aun en las más difíciles circunstancias. Hay muchas cosas que quiero y aun no tengo, y otras que probablemente jamás tendré, pero me conformo con saber que Dios es soberano y su soberanía se muestra en mi vida, pues prefiero su soberanía a su ira.
Salmos 23:5 Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos.
Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar.
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