lunes, 17 de septiembre de 2018

"Yo Soy"... la puerta

"Volvió , pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas! (Juan 10:7)

Continuamos con las siete afirmaciones que Jesús pronunció, y que como sabemos, están registradas en el evangelio de Juan.
En esta nueva ocasión, Jesús se estaba comparando a una puerta, pero no a una simple puerta, sino  a la "la puerta", es decir, la única y verdadera entrada hacia el mismo Dios.
De nuevo podemos imaginarnos la impresión que causarían estas palabras a oídos de los judíos más extremistas o fanáticos. Ellos sabían perfectamente a lo que Jesús se estaba refiriendo. 
En aquella época, en los pueblos era común encontrar corrales comunales en donde se metían a todos los rebaños de los vecinos. Estos corrales estaban protegidos por una puerta recia, de la que solamente el portero tenía las llaves. Este era la clase de aprisco al que hace referencia los versículos 2 y 3 del capítulo 10 del evangelio de Juan. "Más el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca"
Cada pastor que entraba por las mañanas a por sus ovejas, aunque éstas estuvieran mezcladas con otras, cuando el pastor las llamaba ellas salían tras su pastor.
Sin embargo, cuando las ovejas no podían regresar por las noches al pueblo y ser recogidas en el redil, los animales se recogían en rediles al aire libre, cercados con una valla y con una sola abertura para entrar y salir, pero sin puerta para cerrar. Lo que sucedía en tal caso era que por las noches el pastor se colocaba para dormir en la misma abertura de forma que ninguna oveja podía salir, ni nadie entrar sin notarlo el pastor. Literalmente, el pastor era la puerta. Y es por eso que aquellos judíos entendieron bien esta metáfora, en la cual Jesús se atribuía ser "la puerta" es decir, un ser divino que daba entrada a todos a Dios mismo. Tanto aquellos judíos como nosotros, sabemos perfectamente que hay dos caminos o puertas que dirigen al hombre. Una puerta es la que lleva a la condenación eterna; la otra puerta lleva a una vida eterna con Jesús. Al declarar Jesús que él era la puerta de las ovejas, estaba declarando que él, como Dios y único Salvador, era la única puerta o camino que permitía el acceso a Dios Padre.
Jesús se identificó como "la puerta" en el sentido que declaraba ser la única entrada válida al Padre. Esto significaba que no habían entradas adicionales o humanas. Sólo Jesús era, y es, la única y verdadera entrada.
Sabemos que una puerta sirve para entrar a un determinado lugar, y que la misma puerta protege e impide que los ladrones entren a robar.
De la misma manera que el pastor se acostaba atravesado en la entrada del redil, haciendo él mismo de puerta, Cristo, como la puerta de las ovejas que es, protege al redil, impidiendo que las ovejas puedan ser dañadas por cualquier enemigo. Cada oveja conoce a su pastor, y el pastor asimismo a sus ovejas, y por eso al llamarlas, éstas le siguen, recibiendo la protección del pastor.
Si todo esto ya había ofendido a los judíos ortodoxos, lo que seguiría declarando Jesús los ofenderían mucho más, ya que él además declaró que les daba vida eterna, y que los que permenecieran con él, no perecerían jamás (10:28)
Todas estas cosas, más la tremenda declaración que hizo sobre que él y el Padre eran uno, proclamando una vez más su deidad (10:30) colmó la paciencia de sus enemigos que intentaron apedrearle.

Hoy día, muchos son los que no sólo no consideran la divinidad de Cristo, sino que también cuestionan que Jesucristo sea la única y verdadera puerta o camino al Padre. En lugar de aceptar esta verdad, se inventan "puertas" falsas que dan entrada hacia la confusión y la perdición. Es por eso que, en nuestro conocimiento correcto de Cristo como la única puerta o entrada al Padre, no debemos dejarnos influenciar por un mundo religioso que pretende imponernos sus propias filosofías de vida. Andemos en la verdad de Cristo y de su Palabra, y entremos por la única puerta que conduce a la vida maravillosa con Dios. No nos equivoquemos de redil, y mucho menos, de puerta.


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