Llegamos en esta ocasión a la última de las grandes declaraciones de Jesús del tipo "Yo Soy" la cual podemos leer en el evangelio de Juan.
Con esta última afirmación, Jesús quería mostrar a sus discípulos que la primera y más importante relación que ellos debían mantener al igual que con el Padre, era con Jesús mismo.
Para poder reforzar Jesús lo que esto significaba, usó la alegoría de la vid. Este recurso no era nuevo para los discípulos, pues el cultivo de la vid era una de las ocupaciones comunes de esa época en Palestina. Había viñedos en todo lugar, y es posible que Jesús estuviera hablando estas palabras estando rodeados en esa ocasión de viñas. La vid también era conocida como emblema de la propia nación, y sobre el templo había una decoración simbólica de una gran vid dorada.
Para poder reforzar Jesús lo que esto significaba, usó la alegoría de la vid. Este recurso no era nuevo para los discípulos, pues el cultivo de la vid era una de las ocupaciones comunes de esa época en Palestina. Había viñedos en todo lugar, y es posible que Jesús estuviera hablando estas palabras estando rodeados en esa ocasión de viñas. La vid también era conocida como emblema de la propia nación, y sobre el templo había una decoración simbólica de una gran vid dorada.
La afirmación de Jesús de que él era la vid verdadera, iba seguida de otra importante declaración: "Y mi padre es el labrador". En Palestina y en todo lugar donde hubiera cultivos, la labor del labrador era muy importante. El labrador debía asegurarse que la viña se mantuviera saludable, para que pudiera dar mucho fruto; y lo hacía inspeccionando la viña por si existieran ramas enfermas o secas. En tal caso debía cortar esas ramas para evitar que se echara a perder el resto de la vid. También debía podar las ramas que contenía fruto para mantenerlos saludables y producir aún más frutos.
Jesús comparaba a Dios Padre como un labrador al cuidado de una viña. El viñedo espiritual es atendido por Dios mismo, quien sabe mejor que nadie lo que debe de hacer con cada rama de la vid.
Jesús comenzó identificándose con la vid verdadera e identificó al Padre como el labrador. Pero continuó hablando más al respecto. Ahora tocaba hablar no de la vid,ni del labrador, sino de las ramas o pámpanos, y sobre esto Jesús dijo; "Todo pámpano que en mi no lleva fruto lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto" (15:2) Jesús establece aquí que aquellos que no den fruto serán quitados o apartados de la vid (Jesús) Nuestro Dios espera que llevemos una vida productiva, para que por medio de ella su nombre sea glorificado. No basta sólo creer y no hacer nada; necesitamos frutos que confirmen nuestra fe. Para los que llevan fruto Jesús declara que serán limpiados para que puedan llevar más fruto. Todo cristiano necesita regularmente una limpieza espiritual para continuar siendo productivos. En tal caso, es el Espíritu Santo el que se encarga de ello si nosotros lo permitimos. Pero para continuar dando frutos necesitamos estar en la vid, porque de otra manera nuestros frutos no serán buenos, sino malos, los cuales nos llevarán a nuestra perdición (15:6) La preciosa promesa de Jesús para aquellos que permanecen en él y son guiados por la Palabra de Dios es que podrán pedir, y podrán recibir. Pero la promesa es sólo para los que permanecen fieles, quedando descartados los desobedientes y rebeldes que no se sujetan a la voz del Espíritu. Esta es la relación que cada discípulo debe tener con Jesucristo su Señor y Maestro. Esa relación es de una unidad tan fuerte, que si el pámpano (cristiano) es separado de la vid (Jesús) termina infructuoso y perdido totalmente. El error de la humanidad hoy día es pensar que podemos ser independientes y autosuficientes, y conducirnos libremente en la vida sin tener que dar cuentas a nadie. El orgullo del hombre lo ha cegado hasta tal punto que piensa que no necesita de su Creador, y esto lo lleva a luchar sólo una batalla en la cual sin Dios, la tiene perdida. Para aquellos que nos hemos humillado reconociendo nuestra dependencia del Omnipotente y Todopoderoso Dios, nos queda tan sólo permanecer en él para que de esta manera llevemos mucho fruto, y seamos así sus discípulos. No obstante, no debemos pasar por alto que permanecer en El conlleva entrega total y fidelidad a su persona, y no meros formalismos religiosos como solían hacer los judíos en la época de Jesús. Por tanto, asumamos nuestro papel de discípulos, y permanezcamos activamente en la vid, permitiendo que el labrador nos limpie para que llevemos frutos para la eternidad.
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