7. Interpretación Literal
Los que usan este tipo de interpretación insisten en que las Escrituras deben en su mayor parte interpretarse literalmente. Es imposible ser un expositor literalista en el más absoluto sentido de la palabra, ya que muchas veces uno está obligado a interpretar ciertas expresiones en sentido figurado.
Por otra parte, con frecuencia el literalista interpreta muchos de los pasajes figurados en sentido literal por su temor a diluir la verdad de las Escrituras. Este enfoque nos recuerda que existen algunos pasajes bíblicos que deben ser interpretados literalmente. Los autores de la Biblia en muchas ocasiones usaron expresiones literales para comunicar sus ideas y, en aquellos pasajes en que fue utilizado el sentido literal, el expositor deberá usar medios literales para exponer estos pensamientos, o sea, el enfoque literal. Por otra parte, también es cierto que lo escritores bíblicos a menudo emplearon el método figurado de comunicar la verdad y, en estos casos, es deber del expositor usar esta clase de interpretación al exponer el pasaje; el literalista que olvida este hecho en su afán de salvaguardar la verdad de las Escrituras niego la esencia misma de lo que tan celosamente trata de proteger. Una de las causas principales del error del literalista es que trata de igualar lo literal con lo histórico y lo figurado con lo que no lo es. Por lo tanto, comete un atentado a la lógica, ya que relaciona de modo inseparable los hechos históricos con sus expresiones literarias. Y erra en reconocer que los puntos de vista literal y figurado no están necesariamente en relación con hecho y ficción, puesto que simplemente son dos formas de expresión literaria y un hecho que ha sucedido en realidad puede ser comunicado por un autor mediante cualquiera de las dos formas. Por consiguiente, el uso de imágenes para describir un hecho no deniega. Así tenemos que uno puede sostener, por ejemplo, que Génesis 3 es figurado más bien que literal y no pensar por ello que no existan bases históricas que le sirvan de fundamento, que estos hechos sean ficticios y no históricos. La primera de estas decisiones comprende una interpretación literal; la segunda, una determinación histórica. Estos dos aspectos de la exposición deben distinguirse cuidadosamente.
Por otra parte, con frecuencia el literalista interpreta muchos de los pasajes figurados en sentido literal por su temor a diluir la verdad de las Escrituras. Este enfoque nos recuerda que existen algunos pasajes bíblicos que deben ser interpretados literalmente. Los autores de la Biblia en muchas ocasiones usaron expresiones literales para comunicar sus ideas y, en aquellos pasajes en que fue utilizado el sentido literal, el expositor deberá usar medios literales para exponer estos pensamientos, o sea, el enfoque literal. Por otra parte, también es cierto que lo escritores bíblicos a menudo emplearon el método figurado de comunicar la verdad y, en estos casos, es deber del expositor usar esta clase de interpretación al exponer el pasaje; el literalista que olvida este hecho en su afán de salvaguardar la verdad de las Escrituras niego la esencia misma de lo que tan celosamente trata de proteger. Una de las causas principales del error del literalista es que trata de igualar lo literal con lo histórico y lo figurado con lo que no lo es. Por lo tanto, comete un atentado a la lógica, ya que relaciona de modo inseparable los hechos históricos con sus expresiones literarias. Y erra en reconocer que los puntos de vista literal y figurado no están necesariamente en relación con hecho y ficción, puesto que simplemente son dos formas de expresión literaria y un hecho que ha sucedido en realidad puede ser comunicado por un autor mediante cualquiera de las dos formas. Por consiguiente, el uso de imágenes para describir un hecho no deniega. Así tenemos que uno puede sostener, por ejemplo, que Génesis 3 es figurado más bien que literal y no pensar por ello que no existan bases históricas que le sirvan de fundamento, que estos hechos sean ficticios y no históricos. La primera de estas decisiones comprende una interpretación literal; la segunda, una determinación histórica. Estos dos aspectos de la exposición deben distinguirse cuidadosamente.
8. Interpretación Tipológica
Los que practican este enfoque exponen el Antiguo Testamento como si todos y cada uno de sus aspectos fuesen antecedentes del Nuevo Testamento. Aún los más pequeños detalles de las narraciones históricas son interpretados a menudo como prefiguración que habla de él. Este punto de vista comienza con el principio legítimo de que el Antiguo Testamento es una preparación para la revelación del Nuevo Testamento y que un aspecto muy importante de esta preparación envuelve el uso de ciertas prácticas simbólicas cuyo propósito era que capacitará a Israel para comprender la llegada y significado de Cristo. El sistema de sacrificios Levíticos nos ofrece un buen ejemplo. Sin embargo, esto no quiere decir que todos y cada uno de los detalles del Antiguo Testamento encuentra su réplica en el Nuevo Testamento. Entender el Antiguo Testamento de esta manera es vilar dos de los principios básicos de la exposición; primero, explicar los pasajes en vista de su medio histórico; y segundo, exponer dichos pasajes a la luz de la intención del autor. Se debe tener sumo cuidado, por este motivo, de no explicar tipológicamente coincidencias parecidas que puedan ser halladas en el Antiguo y Nuevo Testamentos. El mejor procedimiento para evitar este peligro es limitar la exposición de símbolos del Antiguo Testamento a aquellos casos explicados dentro de las mismas Escrituras. Sin embargo, existe un punto en el cual es posible comparar los dos testamentos. Con frecuencia existen semejanzas entre los principios espirituales del Antiguo y del Nuevo Testamento, Cuando esto sucede, ciertamente hay razones para que se las menciona. Pero esto es algo completamente diferente de lo que practican aquellos que tratan de explicar hasta los más mínimos detalles históricos como prefiguraciones del Nuevo Testamento, llegando a implicar a veces que fueron expresamente usados con este fin por el autor o inspirados por Dios.
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