Sugerencias para la Interpretación correcta
1. Existen tres peligros que deben evitarse en la exposición: la tergiversación, la cual consiste en adjudicar un sentido erróneo a un pasaje; la sub-interpretación, que es no llegar a la interpretación completa del pasaje; y la sobre interpretación, la cual es, hasta cierto punto acertada pero yerra en atribuir un mayor significado a un pasaje del que en realidad contiene.
- El acercamiento básico a las Escrituras debe ser gramático-histórico. Terry lo define como “una interpretación de su lenguaje [del escritor] según sea necesaria siguiendo las leyes gramaticales y los hechos históricos”.
- Como cada libro de la Biblia fue escrito teniendo en consideración una situación histórica determinada, en su exposición debe siempre tenerse presente tal situación. Con toda razón podemos asumir que los autores bíblicos eran lo suficientemente inteligentes como para escribir según era pertinente dentro de las circunstancias en las cuales y por las cuales escribieron sus libros. No quiere decirse con esto que su literatura signifique menos para nosotros que para aquellos para quienes fue escrita, sino que para nosotros su significado debe estar orgánicamente relacionado al que tuvo para ello y, encima, que su sentido para el presente debe distinguirse de aquel que tuvo en su momento de origen. El punto inicial de la exégesis deberá ser la intención de una unidad de las Escrituras en relación con su situación histórica en particular. Si, por ejemplo, el libro de Apocalipsis fuese interpretado desde este punto de vista, podríamos llegar a comprender el verdadero significado que en él se encierra.
- El intérprete debe siempre tener presente la diferencia que entre dar significado a las palabras de las Escrituras y descubrir el significado de las mismas. El primer procedimiento es subjetivo y deductivo; el segundo, objetivo e inductivo.
- La explicación más fácil, es decir, que fluye naturalmente y sincoacción de todos los hechos, es generalmente la más acertada. No es cierto que la más difícil y enredada o las más misteriosa sea la más sensata.
- En un relato bíblico determinado cada término y expresión tiene un significado único. Por consiguiente debemos evitar otorgarle a los mismos, interpretaciones dobles.
- El intérprete debe estar muy consciente de no interpretar un pasaje basándose en ideas preconcebidas de lo que este debe contener. Por ejemplo, no debe acercarse al estudio de una unidad determinada con ciertas ideas referentes a qué clase de Dios allí se describe. En fin, no se debe tratar de imponer sobre un pasaje ideas preconcebidas. No hay duda de que esto ocurre con frecuencia, sobre todo en relación con el Antiguo Testamento.
- El intérprete objetivo no prejuzga un pasaje basándose en interpretaciones tradicionales o denominacionales. Deberá más bien considerar tanto los datos a favor como en contra que pueda descubrir en las diferentes versiones y habrá de elegir la explicación que en su opinión tenga más evidencia. Todavía más, si dichos datos no son concluyentes, deberá ser lo suficientemente honrado como para decir: No estoy seguro del significado de este pasaje. Esta actitud resultará en una interpretación no sólo más imparcial y por tanto más acertada sino en una compresión de los puntos de vista mantenidos por otros junto con un entendimiento de nuestras propias razones.
- Debemos estar constantemente en busca de la interpretación que el propio autor adjudica sus obras, como las que podemos encontrar en Lucas 1:1-4 o Juan 20:30-31. Pasar por alto estas expresiones sería algo así como tratar de entender un mapa o un gráfico sin usar las explicaciones brindadas por el autor o tratar de abrir una cerradura sin la llave que le corresponde.
- La interpretación debe caracterizar por el principio de consistencia. El intérprete debe ser consistente tanto en su exégesis como en la práctica exegética. Aún más, debe presuponer que un autor es asimismo consistente en lo que escribe.
- Los problemas que inevitablemente han de surgir en relación con el estudio de la Biblia no deben constituir un impedimento para la explicación de lo que es claro y salta a la vista. Esto no quiere decir que los problemas sean insignificantes y que podemos dejarlos de lado, sino más bien que existe el riesgo de que estemos tan al tanto de ellos y tan preocupados con los mismos que lo único que podemos observar en las Escrituras con miles y miles de problemas. SI esto llega a ocurrir nos encontramos abrumados por la exégesis aún antes de comenzar.
- A menudo debemos leer entre líneas si queremos obtener el pleno significado de una unidad de literatura biblia. Esto es cierto sobre todo con respecto al estudio de las epístolas del Nuevo Testamento. Debido a la naturaleza propia de la epístola se plantea la necesidad no solo de tratar de deducir lo que quiso decir el autor al expresar ciertas palabras sino también las ideas y pensamientos de aquellos a quienes la epístola estaba dirigida y que eran conocidos del autor. Por ejemplo, Pablo sabe de antemano las reacciones que han de tener sus lectores romanos él los conoce. No lo expresa en todas sus palabras puesto que no había necesidad para ellos. Las cartas siempre presuponen e implican mucho más de lo que en realidad expresan abiertamente. Siendo esto cierto, el expositor debe hacer un esfuerzo para reconstruir las circunstancias en que fueron escritas. Esta reconstrucción, sin embargo, debe ser dirigida por datos objetivos contenidos en la misma carta y por los hechos que constituyen su telón de fondo en el aspecto histórico. Lo que encontramos de cierto en la interpretación de las epístolas también es básicamente válido en lo que concierne a otros libros.
- El expositor debe observar tanto los principios tácitos como las verdades específicas en la exégesis de pasajes bíblicos.
- Ciertos libros y partes de algunos libros deben ser estudiados en conjunto. Por ejemplo, Oseas y Amós deben estar asociados el uno con el otro en nuestra interpretación, como deben estarlo Job, los Salmos de Sabiduría, Proverbios, y Eclesiastés. Es más, a veces es necesario relacionar ciertos libros de la Biblia con escritos fuera de la misma. Ejemplo de ello es el hecho de que el Eclesiástico y Sabiduría de Salomón deben ser estudiados en relación con los libros de Sabiduría acabados de enumerar.
- Al interpretar una unidad del Nuevo Testamento en que se haga cita de alguna parte del Antiguo Testamento, dicho cita debe ser estudiada en su forma original. Es válido suponer que los escritores del Nuevo Testamento conocían el texto de sus citas y las utilizaban en sus pensamientos escritos.
- Los pasajes paralelos en las Escrituras, como los que existen en los evangelios sinópticos, deben ser comparados. Sin embargo, debemos recordar que cada narración es una entidad literaria independiente y que, por tanto, no deben unirse las unidades paralelas a tal punto que se pasen por alto sus individualidades propias. El estudio comparativo de las mismas ha de constituir un suplemento del examen individual a la luz de cada situación y finalidad de los diversos escritores.
- Trate de desarrollar aquello que ha llegado a ser característica de los escritos de C.S. Lewis, de quien se ha dicho que posee el talento de decir verdades antiguas en lenguaje.
- A veces es necesario realizar cuidadosas distinciones lógicas si es que queremos evitar errores exegéticos. Algunas de ellos ya han sido mencionadas, tales como la distinción entre conclusiones verdaderas y acertadas, y entre lo más o lo menos importante por un lado, y lo más importante y lo insignificante, por otro. Hay también otras distinciones que deberán hacerse.
Por ejemplo, la exposición adecuada de los milagros requiere diferenciar entre milagros providenciales y milagros absolutos. Milagros providenciales son aquellos cuyas cualidades milagrosas comprenden no solamente el preciso momento en que ocurrieron sino también el hecho de ser el cumplimiento de planes y promesas anteriores. Las plagas y el cruce del mar Rojo en el Éxodo pueden ser catalogados dentro de esta clase. Milagros absolutos son aquello otros totalmente diferentes del proceso normal de la naturaleza, como devolver la vida a un cadáver. Aún más, existe todavía otra división entre milagros divinos y milagros satánicos.
También debe existir una distinción interpretativa entre lo que en las Escrituras se representa como la meta ideal de la vida espiritual y lo que en realidad es factible. Si los relatos bíblicos que exponen este ideal inalcanzable se explican como si pudieran ser logrados es obvio que ello dará como resultado muchos problemas. Pongamos por caso Mateo 5:48.
- Debemos cuidarnos de modo especial de no confundir la evaluación con la interpretación. Las opiniones acerca del valor de un pasaje determinado deben ponerse a un lado hasta que hayamos arribado a una conclusión con respecto a su significado. Lo expresado por un individuo debe ser descubierto antes de poder juzgar si lo que ha dicho es cierto o falso. La importancia de este principio merece todo énfasis.
- Debemos asimismo abstenernos de toda apologética hasta que hayamos terminado la exposición. Es más, si se descubre el significado de una unidad no será necesario su defensa; lo expuesto en las Escrituras mismas es el mejor argumento en su defensa.
- No debe pensarse que cuando se hayan seguido todos los procedimientos ahora explicados la exposición será final e inmutable. Este sería el caso si todas las sugerencias fuesen practicadas en un plano ideal. Sin embargo, puesto que muy pocas cosas pueden ser llevadas a cabo en este plano ideal, debemos permitir cierto margen para poder cambiar nuestras interpretaciones si llegara el caso. Es más, en el verdadero sentido de la palabra, las explanaciones que son el resultado del estudio verdaderamente inductivo son siempre tentativas, ya que están sujetas a cambios cada vez que salgan a luz nuevas pruebas a través de subsiguientes estudios.
- Alguien ha hecho notar el hecho de que existen dos clases de conocimientos. Uno es un conocimiento horizontal, enciclopédico en su propia naturaleza. El otro es un conocimiento vertical, profundo más bien que amplio. Así, por ejemplo, un individuo que es conocedor de los diversos atributos de Dios y que es capaz de definirlos basándose en el significado fundamental de los mismos, tiene la primera clase de conocimiento. Sabe, por ejemplo, que Dios es santo y bueno y eterno y amante, y está familiarizado con las definiciones primarias de estas cualidades; pero cuando a través de diferentes vías medita profundamente en las implicaciones de cada una de estas cualidades, así como en las relaciones de una con otras, su conocimiento se convierte en un conocimiento vertical. Es esta clase de conocimiento vertical el que debe ser la meta final del intérprete de la Biblia.
Existen varias formas para desarrollar el conocimiento vertical de las Escrituras. Una es adquirir una amplia familiaridad con el pensamiento filosófico y teológico. Al ponernos en contacto con mentes desarrolladas, como las de Platón, Orígenes, y Agustín, podremos conocer el profundo significado de las grandes ideas encerradas en las Escrituras. Aún desde un punto de vista negativo, el conocimiento de diversas posiciones filosóficas y teológicas realza nuestra percepción interior acerca del hondo significado de la verdad bíblica. Digamos, por ejemplo, que cuando uno compara el punto de vista expresado en Génesis 1 con el ateísmo, politeísmo, ,materialismo, panteísmo, deísmo,fatalismo, gnosticismo, humanismo, racionalismo, existencialismo, etc., comienza uno a comprender las profundas implicaciones de este primer capítulo del Génesis. Es más, es muy provechoso tener conocimientos básicos de otras áreas de estudio como psicología y sociología para poder comprender el significado de lo expresado en la Biblia en estas áreas. por esta razón, un amplio conocimiento del pensamiento y estudios teológicos, filosóficos, psicológicos, y sociológico prepara nuestra mente para captar estas hondas verdades de las escrituras y, como consecuencia, alcanzar un conocimiento vertical de las mismas. Uno no puede acercarse a la Biblia con una mente aletargada y esperar poder beber de sus profundos manantiales.
Sin embargo, tenemos otro medio fundamental que hay que tener en cuenta. Uno debe usar mucho tiempo meditando en oración si desea lograr penetrar en las profundidades de la Biblia. Por tanto, el intérprete debe someterse a una disciplina que le permita emplear una hora o más meditando sobre un pasaje o verdad determinada. Durante estos períodos de meditación es a menudo muy ventajoso anotar por escrito los pensamientos que acudan a nuestra mente referente a ese pasaje. Cuando se practica esta clase de concentración en nuestra meditaciones, comienza a advertirse el significado que yace debajo de la verdad de las Escrituras. También comenzará uno a ver las relaciones e interrelaciones existentes entre las verdades y, por ende, llega a descubrir la unidad de la verdad.
- Debemos empeñarnos en leer obras sobre interpretación. Tales lecturas nos ayudarán también a incrementar nuestras propias capacidades para exponer las Escrituras.
Tomado dehttp://www.indubiblia.org/
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