martes, 20 de octubre de 2020

Los efectos psicosomáticos

Los científicos han llevado a cabo en los laboratorios muchas clases de experimentos. Uno de ellos consistió en meter unos cuantos ratones dentro de una campana de vidrio transparente instalada sobre una mesa, y después soltar un gato para que al ver los ratones diera vueltas alrededor de la campana de vidrio. A la vista de los ratones el gato hacía todo lo que podía por atraparlos, pero los ratones bien protegidos por la campana no podían ser cazados por el gato. Pero los ratones no sabían nada de la campana protectora. Sólo veían demasiado cerca de ellos al temido y temible gato y corrían como locos atropellándose unos a otros dentro de la campana. La presencia y cercanía del gato provocaba en ellos un estado de terror que se manifestaba en sus cuerpos produciendoles diarrea y, posteriormente, terminaba matándolos por un ataque al corazón. El terror, la incapacidad de comprender la situación y su espanto al verse imposibilitados de escapar, les afectaba la mente al punto de producir en sus cuerpos trastornos indeseables y después la muerte. Los brujos de las tribus africanas o de las selvas amazónicas no sabían nada de la ciencia y sicología modernas, pero sí que de alguna forma intuían o sabían acerca de lo que hoy se conoce como los efectos sicosomáticos, y los utilizaban muy efectivamente. Los efectos sicosomáticos son aquellos cuando la mente (siquis) afecta al cuerpo (soma) o viceversa. Se sabe hoy, a ciencia cierta, que los estados de la mente (positivos o negativos) tienen su efecto sobre nuestro cuerpo. Por ejemplo, una persona con serias preocupaciones y tensiones que no logra resolver o superar, puede manifestar síntomas de úlcera estomacal. Los análisis, radiografías y otras exploraciones no descubrirán probablemente la existencia de una úlcera real, el médico entonces sospechará que todo es en gran medida producto del estado mental de aquella persona. La ansiedad puede producir también síntomas como si la persona padeciera del corazón. Y así sucesivamente. El escritor sagrado ya hablaba de esta sicología profunda cuando afirmaba: "El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate" (Prov. 15:13). Y "El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos" (Prov. 17:22).

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