lunes, 10 de marzo de 2025

¿Me acepto a mí mismo?

En la vida, nuestra felicidad depende en gran parte de nuestras actitudes. Nuestra actitud hacia nosotros mismos es quizás la más importante de todas, porque tiene un efecto tremendo y profundo en nuestra vida. Esta actitud hacia nosotros mismos tiene un nombre. Se llama “auto-imagen”.

Nuestra auto-imagen es la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Nuestra auto-imagen es importante porque afecta nuestra actitud hacia la familia, hacia los amigos y hacia los demás. También afecta a nuestro trabajo y a las posibilidades de lograr éxito. La gente que tiene una auto-imagen pobre de sí misma, frecuentemente tiene problemas para llevarse bien con los demás. Por lo general son infelices. Nuestra auto-imagen afecta incluso nuestra actitud hacia Dios mismo. Aquellos que tienen una auto-imagen incorrecta, tienden a sentir amargura y resentimiento hacia Dios. Para ellos es difícil confiar en Él y creer que Él los ama. Por un lado no debemos menospreciarnos. Por el otro tampoco debemos ser orgullosos ni presumidos. Ninguna de estas actitudes nos da felicidad o buenas relaciones con los demás. Dios quiere que tengamos una autoimagen apropiada y quiere que pensemos correctamente acerca de nosotros mismos.

Fuimos Creados por Dios

En la lección tres aprendimos la importancia de nuestros pensamientos. Lo que pensamos determina lo que hacemos y sentimos. Estamos controlados por la forma en que interiormente nosotros percibimos las cosas. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando dice: Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él (Proverbios 23:7).

Por lo tanto es muy necesario que tengamos un concepto correcto de nosotros mismos y que nos veamos como Dios nos ve. Para hacerlo, necesitamos hacer primero algunas consideraciones respecto al hombre:

1 Fuimos Creados por Dios.

El hombre no llegó a existir mediante el proceso de evolución. Fuimos creados por Dios. El mismo Señor Jesús dijo: Al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios (San Marcos 10:6).

2 Fuimos Creados a la Imagen de Dios.

Dios honró al hombre por sobre todas las cosas creadas, cuando lo hizo a Su propia imagen. Ni aún los ángeles tuvieron este honor. Sólo el hombre fue creado a la imagen de Dios. La Biblia dice: Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó… (Génesis 1:27).

3 Fuimos Creados para Glorificar a Dios.

Dios tenía un propósito al crear al hombre. Él creó al hombre para Su gloria. En Isaías 43:7, Dios dice: “Para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. Los antecesores de la iglesia tenían razón al decir: La finalidad principal del hombre es glorificar a Dios y deleitarse en Él para siempre.

4 Dios nos Dio Ciertas Características y Habilidades.

Nadie puede escoger sus padres, su raza, el color de su piel, su inteligencia, su apariencia física o sus aptitudes. Todas estas cosas nos vienen por nacimiento y todas vienen de Dios. Todas nuestras habilidades y características naturales vienen de Dios. Si tenemos dones y habilidades especiales, debemos reconocerlos por lo que son: dones de Dios para nosotros. No podemos jactarnos de ellos. Así tampoco debemos jactarnos por ser altos o por tener ojos verdes. Todas nuestras habilidades y características naturales vienen de Dios. Puesto que esto es verdad, no queda lugar para el orgullo de parte nuestra. La Biblia dice: Porque ¿Quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? (1 Corintios 4:7).

También es cierto que no tenemos por qué avergonzarnos de las cosas que recibimos al nacer. Dios es el creador de todos los hombres. Él no se avergüenza de su obra; así tampoco nosotros debemos avergonzarnos.

A Dios no le agrada cuando uno es indiferente o desprecia a otra persona. Si tú te burlas de alguien, realmente estás reprochándole a Dios, porque Él es quien hizo a esa persona. La Biblia dice: El que escarnece al pobre afrenta a su Hacedor (Proverbios 17:5).

CONTINUARÁ....

Tenerte a ti mismo en poco o despreciarte es tan malo como menospreciar a otra persona.