lunes, 7 de mayo de 2018

Serie: Las Bienaventuranzas

"Bienaventurados los mansos....
"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad" Mateo 5:5)

Llegamos hoy a la tercera de las Bienaventuranzas que Jesús pronunció sobre una audiencia cansada de la situación del momento y deseosa por ello de cambios. Esta otra Bienaventuranza dice así: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad"( Mateo 5:5)
Una vez más, Jesús habla de aquellos que por diversas causas, se les puede considerar bienaventurados; y en esta ocasión alude a los mansos como bienaventurados.
Ahora bien, ¿ qué quería transmitir Jesús al decir esto? Durante todo el tiempo de ministerio que Jesús llevó en la tierra, él dejó por sentado a los judíos que no había venido a destituir al reinado terrenal del emperador ni al del mismo Herodes para proclamarse él como libertador y rey. Sabemos que en más de una ocasión, los mismos judíos, seguidores de él, habían querido hacerle rey, pero Jesús lo había rechazado (Juan 6:15)
Jesús, a través de esta bienaventuranza estaba derribando las ideas que los judíos tenían con respecto al reino, ideas basadas en un reino terrenal, que por la fuerza, derrocaría a sus enemigos los romanos. Ellos pensaban en el reino en un sentido de conquista, y por ello Jesús descarta esto reiterando que serán los mansos, los que no tengan sentido de conquista terrenal, los que heredarán la tierra, y no los presuntos conquistadores.
Sin embargo hay más con respecto a los llamados "mansos"
Cuando Jesús llama bienaventurados a los mansos, esos mansos no son personas débiles moralmente. Esta clase de mansedumbre significa sometimiento a la voluntad de Dios; es una fortaleza moral sujeta al control de Dios en el sentido de dejarse ser moldeado por Dios. Es el deseo interno de ser como Jesús, sin importar el precio. El manso es aquel que tiene dominio propio; aquel que domina sus emociones, su yo, sus debilidades.
El adjetivo griego para manso es "praus" y significa "suave, humilde, considerado". Describe al que no se exalta, aquel que ha través del Espíritu de Dios que lo gobierna, trata a sus semejantes con consideración. Esta es la clase de persona que Dios pondrá en su Reino; no así los violentos que pretendan conquistar a costa de muchas vidas. A ellos se les considera bienaventurados porque recibirán la tierra por heredad. Pero, ¿ qué querría decir Jesús con esto? Sabemos que esta tierra será gobernada por Cristo en el tiempo llamado del Milenio. Este será un tiempo de mil años caracterizado por la paz y la justicia establecidas por Cristo. Los mansos serán parte de los ciudadanos de este reino, y se gozarán junto con otros de este beneficio.
El mundo en el cual estamos hoy día no acepta a nadie que se considere manso. Para el mundo, son los fuertes en carácter, los impulsivos, los agresivos e impetuosos los que pueden sobrevivir y salir victoriosos. Sin embargo en el reino de Dios es todo lo contrario. Y nosotros, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo, porque nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20) y por ella peleamos aquí en la tierra con armas espirituales.
El mundo, sin lugar a dudas, menosprecia la debilidad humana, y considera necios a los que la Palabra de Dios llama mansos. La mansedumbre es desechada por considerarla débil, y sin embargo, de ella debemos vestirnos entre otras cosas (Colosenses 3:12)
Tampoco debemos ignorar que la mansedumbre está incluida dentro del fruto del Espíritu que cada creyente debe manifestar para la gloria de Dios (Gálatas 5:22,23)
No obstante, como seres humanos que somos, predispuestos al pecado, la mansedumbre o el ser manso supone un reto que cada creyente debe considerar seriamente. Resulta muy difícil que con nuestras propias fuerzas podamos revestirnos de mansedumbre. Es la obra de Dios en el corazón del hombre que hace que alguien, que puede ser la persona más rebelde, se vuelva dócil y con un corazón que se deje moldear por Dios.
El diccionario Vine define mansedumbre como "aquella disposición de espíritu con la que aceptamos sus tratos (de Dios) como buenos, y por ello, sin discutirlos ni resistirlos".
Esta es una obra del Espíritu Santo en nosotros, en donde la mansedumbre primeramente se manifiesta para con Dios, al dejarnos moldear, y luego se extiende a nuestros semejantes en la actitud hacia ellos. Por último, y para terminar, no olvidemos las palabras dichas por Jesús : "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprender de mi, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29)

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