"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados"(Mateo 5:6)
Entramos en esta semana a la cuarta de las Bienaventuranzas que Jesús pronunció sobre aquella multitud que durante días, le habían estado siguiendo debido a los milagros que estaba llevando a cabo en aquella región.
La cuarta Bienaventuranza dice así: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados" (Mateo 5:6)
No cabe duda alguna, que aquella multitud al oír a Jesús decir esto, entendiera esta cuarta Bienaventuranza de la manera más lógica posible.
En aquel tiempo el pueblo judío estaba dominado y siendo oprimido por el Imperio Romano y se cometían muchas injusticias, en especial sobre los pobres y los más desfavorecidos. A todo esto, se unía la esperanza siempre presente, de la llegada del Mesías, que daría por fin libertad al pueblo judío de todo enemigo y de toda opresión romana. Por consiguiente, cuando Jesús expuso que aquellos que tuvieran hambre y sed de justicia serían saciados, aquella multitud siempre albergó en sus corazones la inminente aparición del Mesías, creyendo muchos de ellos ya, que Jesucristo era verdaderamente el Mesías Libertador. Pero...¿se estaba refiriendo Jesús a una justicia social como creía aquella multitud, o era otra clase de justicia? La respuesta a esta pregunta es que Jesús se refería tanto a esa justicia social, tan importante para la dignidad humana, como a la justicia que sólo Dios imputa sobre aquellos que por fe, hayan recibido la justicia de Cristo. Sabemos que todo hombre es pecador por naturaleza, y delante de Dios nuestras obras son como trapos de inmundicia (Isaías 64:6) Pero también sabemos, que fue a causa de que Jesús vivió una vida sin pecado y de justicia, que su justicia llevada a cabo en la cruz del Calvario fue colocada sobre todos aquellos que arrepintiéndonos de nuestros pecados, lo recibimos como único Salvador.
Cuando Jesús pronunció esta bienaventuranza, lo hizo por tanto, con doble sentido.
A nuestro Señor le importaba, y mucho, la situación social del hombre en aquellos días. Desde el comienzo de la humanidad, juntamente con el Padre, se exhortaba al hombre a llevar una vida de justicia con sus semejantes. Ejemplo de ello lo vemos en varios pasajes bíblicos. En Isaías 1:17 leemos:" Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda".
Asimismo en el libro del profeta Miqueas 6:8 se dice: "Oh, hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide Jehová de tí: Solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios".
Por consiguiente, a Jesús le importaba que se practicara la justicia social en su nación. Sin embargo, mucho más importante que la justicia social, es la justicia que el hombre pueda recibir de Dios, la cual le vale para esta vida y para la eternidad. Con respecto a esto, Pablo dijo en 2 Corintios 5:21 "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Jesús llamó bienaventurados a todos los que tuviesen hambre y sed de esta justicia divina. Si nosotros hoy hemos recibido la justicia de Dios a través de Cristo, fue porque un día tuvimos hambre y sed por conseguirla. Un día nos dimos cuenta que éramos pecadores, y a menos que recibiéramos la justicia de Cristo sobre nosotros, estaríamos condenados a vivir por la eternidad separados de Dios.
La promesa de esta bienaventuranza es que todos los hambrientos y sedientos de esta justicia divina, serán saciados.
El término "justificación o justificar" en griego es "Dikaiosis" y denota el acto de declarar justo a alguien por absolución de culpa.
Cristo pagó nuestra justificación al no poder hacerlo nosotros; y esto sólo mediante la fe , y no mediante obras, como bien dice Romanos 5:1 "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".
¿Has sido tú, querido lector, saciado al recibir la justificación de Dios por tus pecados?
En aquel tiempo el pueblo judío estaba dominado y siendo oprimido por el Imperio Romano y se cometían muchas injusticias, en especial sobre los pobres y los más desfavorecidos. A todo esto, se unía la esperanza siempre presente, de la llegada del Mesías, que daría por fin libertad al pueblo judío de todo enemigo y de toda opresión romana. Por consiguiente, cuando Jesús expuso que aquellos que tuvieran hambre y sed de justicia serían saciados, aquella multitud siempre albergó en sus corazones la inminente aparición del Mesías, creyendo muchos de ellos ya, que Jesucristo era verdaderamente el Mesías Libertador. Pero...¿se estaba refiriendo Jesús a una justicia social como creía aquella multitud, o era otra clase de justicia? La respuesta a esta pregunta es que Jesús se refería tanto a esa justicia social, tan importante para la dignidad humana, como a la justicia que sólo Dios imputa sobre aquellos que por fe, hayan recibido la justicia de Cristo. Sabemos que todo hombre es pecador por naturaleza, y delante de Dios nuestras obras son como trapos de inmundicia (Isaías 64:6) Pero también sabemos, que fue a causa de que Jesús vivió una vida sin pecado y de justicia, que su justicia llevada a cabo en la cruz del Calvario fue colocada sobre todos aquellos que arrepintiéndonos de nuestros pecados, lo recibimos como único Salvador.
Cuando Jesús pronunció esta bienaventuranza, lo hizo por tanto, con doble sentido.
A nuestro Señor le importaba, y mucho, la situación social del hombre en aquellos días. Desde el comienzo de la humanidad, juntamente con el Padre, se exhortaba al hombre a llevar una vida de justicia con sus semejantes. Ejemplo de ello lo vemos en varios pasajes bíblicos. En Isaías 1:17 leemos:" Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda".
Asimismo en el libro del profeta Miqueas 6:8 se dice: "Oh, hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y que pide Jehová de tí: Solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios".
Por consiguiente, a Jesús le importaba que se practicara la justicia social en su nación. Sin embargo, mucho más importante que la justicia social, es la justicia que el hombre pueda recibir de Dios, la cual le vale para esta vida y para la eternidad. Con respecto a esto, Pablo dijo en 2 Corintios 5:21 "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". Jesús llamó bienaventurados a todos los que tuviesen hambre y sed de esta justicia divina. Si nosotros hoy hemos recibido la justicia de Dios a través de Cristo, fue porque un día tuvimos hambre y sed por conseguirla. Un día nos dimos cuenta que éramos pecadores, y a menos que recibiéramos la justicia de Cristo sobre nosotros, estaríamos condenados a vivir por la eternidad separados de Dios.
La promesa de esta bienaventuranza es que todos los hambrientos y sedientos de esta justicia divina, serán saciados.
El término "justificación o justificar" en griego es "Dikaiosis" y denota el acto de declarar justo a alguien por absolución de culpa.
Cristo pagó nuestra justificación al no poder hacerlo nosotros; y esto sólo mediante la fe , y no mediante obras, como bien dice Romanos 5:1 "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".
¿Has sido tú, querido lector, saciado al recibir la justificación de Dios por tus pecados?
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