lunes, 1 de octubre de 2018

"Yo Soy"... la resurrección y la vida


"Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25)

Entramos en esta ocasión a la quinta de las grandes revelaciones de Jesús del tipo "Yo Soy".
En esta ocasión nos encontramos en la famosa historia que todos conocemos de la muerte y resurrección de Lázaro, hermano de Marta y María.
Sabemos que en relación a esta historia, a Jesús se le anuncia primeramente que su amigo Lázaro está enfermo, con la esperanza de que Jesús se presente ante él y lo sane de la enfermedad que lo estaba afectando (11:3) Sin embargo vemos que, en lugar de ir Jesús rápidamente a sanarle, espera dos días hasta que Lázaro muere.
Cuando Jesús llega a Betania Lázaro llevaba ya muerto cuatro días exactos, los mismos días que en la creencia judía, el espíritu salía del hombre, y por consiguiente no había ni la más mínima esperanza de que sucediera un milagro que le devolviera a la vida. Y fue por este motivo que Jesús, intencionadamente, retrasó su llegada para en lugar de sanarle, resucitarle.
Jesús quería mostrar a los judíos que él no sólo tenía poder sobre la enfermedad, sino también sobre la misma muerte, porque él era la resurrección y la vida. 
La enseñanza aquí no es meramente mostrar el poder de Jesús para resucitar muertos, sino la relevancia tan grande de la persona de Jesús al declarar ser la misma resurrección y la misma vida, ¿no era esa otra de las pretensiones de divinidad de Jesús? Por supuesto que si, y así lo entendieron también los líderes religiosos judíos que fueron testigos de aquella resurrección y de sus palabras; y desde entonces, esos líderes, acordaron matarle (11:53)
Que Jesús sea la resurrección significa que la muerte, que a nosotros nos parece tan horrible, no lo sea en absoluto; y que Jesús asimismo sea la vida, significa que la calidad de vida que nos imparte aquí y ahora a los que en él creen, nunca cesa. Además de esto, la declaración de Jesús afirmando ser la resurrección y la vida implicaba mucho más. Jesús no estaba solo limitando sus palabras en términos de la vida física. El estaba dando a entender que aunque una persona estuviera muerta espiritualmente por causa del pecado, El podía lograr que viviera otra vez, dándole vida espiritual plena. Y esto es una realidad para nosotros hoy, porque al igual que aquellos judíos vivían alejados de Dios y muertos a causa de sus pecados, nosotros nos encontramos al nacer en la misma situación que ellos. La muerte espiritual es mucho más seria que la muerte física, ya que la muerte espiritual te condena a vivir eternemente separado de Dios. Sólo cuando reconocemos nuestra condición de muerte espiritual y nos acercamos a Cristo, podemos recibir resurrección y vida eterna, al habernos acercado al que es la resurrección y la vida.
Vivimos en un mundo donde lo importante es el aquí y el ahora. No se piensa en lo que será nuestra existencia cuando dejemos esta vida. El enemigo del hombre, Satanás, tiene demasiado ocupada a la gente cargándola de trabajo y de diversión para que no pueda pensar en su futuro eterno. Pero ese futuro llegará sin lugar a dudas cuando el hombre tenga que enfrentarse con la muerte y su destino eterno. Será entonces cuando se arrepentirá por no haber escuchado ni haber considerado el llamado de Dios para dirigirse a la Vida. Pero será demasiado tarde para él.
Nuestro Señor dio palabras de aliento no sólo para Marta y María tras la muerte de su hermano Lázaro. El dio también palabras de aliento a todos los que en ese momento estaban escuchando, incluidos nosotros hoy; y sabemos que sus palabras tuvieron validez no por la resurrección de Lázaro, sino por la suya propia. La resurrección de Jesús significó el triunfo sobre la muerte y el pecado, naciendo al hombre que quiera partícipe de ese mismo triunfo.
El ser humano no necesita en este mundo una mejor calidad de vida; el ser humano necesita a la misma Vida, Jesucristo, que le puede impartir no sólo calidad de vida aquí y ahora, sino también en su eternidad.

Y aquellas palabras de hace 2.000 años resuenan continuamente en los oídos de todos los que quieran escuchar: "Y TODO AQUEL QUE VIVE Y CREE EN MI, NO MORIRÁ ETERNAMENTE" (Juan 10:26)
¿Estamos nosotros en la lista de aquellos que no morirán eternamente?





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