Una oca puso huevos y diligentemente se dedicó a incubarlos.
Otra también los puso, pero despreocupada se dedicó a ir de un sitio a
otro utilizando su tiempo en otras cosas. Incubar los huevos significó
sacrificio y constancia; pero al fin, tuvo su premio pues en el tiempo
oportuno le nacieron los hijitos. Al ver a su amiga tan feliz y contenta
rodeada de sus hijitos, fruto de su esfuerzo y dedicación, la otra oca
tuvo envidia y fue corriendo a donde estaban sus huevos. Creyendo
que todavía había tiempo, se dedicó a incubarlos. Pasó el tiempo,
pero de allí no salía nada. Desesperada, picó los huevos para
descubrir con amargura que todos estaban podridos. Se habían
echado a perder.
La segunda oca tuvo también su oportunidad, pero no quiso
aprovecharla en el momento oportuno. Pasó la oportunidad y perdió
su corona. Así sucede frecuentemente en la vida con los dones que
Dios nos da. No queremos hacer el esfuerzo de cultivar los nuestros y
luego nos morimos de envidia al ver el fruto del esfuerzo de los demás.
Esto y otras cosas nos quiso enseñar Jesús con la parábola de los
talentos en Mateo 25:14-30
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