En la batalla contra la tentación, no importa su tipo, la oración es un arma de la que nosotros no podemos prescindir. El propósito de la tentación es atraparnos para alejarnos de Dios. La oración, la comunión con Dios, es exactamente lo contrario: mantiene abiertos los canales de comunicación con nuestro Padre. ¡Oh, cuanto consuelo y amor provienen del Padre y cuanto apoyo encuentran los que resisten al enemigo cuando acuden a Él en oración!
La noche en que el Señor Jesús fue capturado, en el jardín de Getsemaní, dijo a sus discípulos:
Mateo 26:41
“Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Lucas 22:40
“Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: —Orad para que no entréis en tentación.”
Lucas 22:46
“y les dijo: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.”
La tentación es descrita aquí como algo en lo que los discípulos podrían caer y para ello la respuesta adecuada sería la oración. Luego, oración y tentación se colocan una contra la otra. “Oren para que no caigan en tentación”, dijo el Señor. Obviamente, si ellos no oraban efectivamente caerían en tentación. Oración, comunión con Dios, mantener los canales de comunicación abiertos y recibir de Él el coraje y apoyo necesario por medio de la oración, es un escudo de protección contra la tentación. Eso no necesariamente significa que la tentación no vendrá, pero lo que de seguro significa es que cuando/si llega, nos hallará inquebrantables en la fe en vez de listos para caer en su trampa.
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