lunes, 14 de diciembre de 2020

Reflexiones

   


                          La Codicia

Nos ayuda a pensar en sus peligros el aleccionador cuento corto del famoso escritor ruso León Tolstoi, titulado El Mujik (El Campesino). El protagonista del cuento es un joven campesino ruso que heredó las tierras y casa de su padre.

Nada más posesionarse de las propiedades empezó a soñar con grandezas. Quería multiplicar lo heredado. Un día, un extraño personaje le visitó; aparentaba ser alguien de gran autoridad y poder, y le dijo que le daría a cambio de nada toda la tierra que pudiera abarcar en el camino de un día. Con la condición de que a la caída del sol tenía que estar de vuelta en el mismo punto de donde saliera y que él le señalaría. Apuntando a la tumba del padre muerto, le indicó que aquel era el l ugar a donde tenía que volver. El joven miró con codicia los extensos y ricos campos que se extendían ante su mirada. Despojándose de la chaqueta y sin despedirse de nadie, echó a andar. Su plan inicial era hacer un recorrido que le diera una parcela cuadrada de tierra de diez kilómetros de lado. Cuando hizo los primeros diez kilómetros se le hizo poco, así caminó doce y después quince. Para el mediodía había logrado cubrir dos lados del cuadrado. Ansioso por llegar no se paró a comer. Poco después vio a un anciano bebiendo en una fuente que le ofrecía un vaso de agua, la cual rechazó en su deseo de llegar al lugar acordado y poseer la tierra. Cuando le faltaban unos pocos kilómetros para llegar sintió que le dominaba ya la fatiga. A unos pocos cientos de metros de la meta vio cómo el sol se ocultaba ya por el horizonte y se apercibió de que apenas le quedaban unos minutos. Apresurando el paso, reunió, en un esfuerzo supremo, las energías que le quedaban y logró llegar al punto acordado cuando el sol desaparecía. Sin embargo, el ambicioso joven cayó muerto de agotamiento nada más llegó. Mientras caía pudo ver dibujada en el rostro del extraño personaje una cruel y cínica sonrisa. "Ya ves", dijo aquel ser extraño a su criado, "le ofrecí toda la tierra que pudiera abarcar. Y, como puedes ver, va a tener en definitiva todo lo que ahora puede abarcar, que es un pedazo de tierra de dos metros por uno. Pensando que le gustaría ser enterrado junto a su padre le indiqué por eso que le esperaría aquí." Aquel extraño, que no era otro que la Muerte, cumplió su palabra dando al joven lo prometido, lo que éste había logrado: Una tumba de dos metros por uno.  Nadie discute al joven del cuento su derecho y su deber de mejorar la herencia recibida. Era bueno y lógico que ambicionara superarse. Su problema fue la codicia. Se le fue la vida codiciando bienes materiales y se olvidó por completo de su familia y de los bienes espirituales. El resultado final es que se encontró con lo que menos pensaba: Una tumba y las manos vacías. 

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